jueves, 17 de enero de 2013

El sabor del color

 
Me acuerdo de aquellas primeras ediciones de periódicos con fotografías en color. Era el final de los años 80 del siglo pasado. Tenía la sensación de que estaban falsificando la realidad, manipulándola, añadiendo elementos ajenos al periodismo. Como si el color en prensa no fuese verdad y todas las noticias ocurriesen en un monótono, seguro y contrastado blanco y negro.
 
 
Me costó convencerme de que ese blanco y negro al que estaba tan acostumbrado era, en realidad, un abstracción, una reducción, una simplificación de los millones de colores que llenaban los sucesos, las elecciones, las rebajas, los atascos, las guerras y los estrenos. Pero, en el fondo, seguía pensando que el blanco y negro era la verdad, la credibilidad y, el color, fantasía y exageración.
Ahora, en cambio, quien publica en blanco y negro es excepción. Un rincón habitualmente sólo apto para estrellas de la fotografía, rincones del pasado, recursos de diseño o productos caros. Podríamos decir que es hasta políticamente incorrecto. No se lleva el ser blanco o negro. Hay que ser azul, rojo, verde o mixto. Y, desde luego, con muchos tonos y tonalidades. Quien use el blanco y negro puede ser tomado como extremista, radical y, por supuesto, intransigente; o exagerado, 'snob', clasista y, si es de Madrid, encima chulo.
Pero, como dijo Balzac, "el periódico es una tienda en que se venden al público las palabras del mismo color que las quiere".
'...Unos ojos educados se decantarán más hacia algo comedido y controlado cromáticamente. Lo sutil...'
Y, el color vende, por exceso o por defecto, pero vende. Y, ahora, hasta se come. Los colores son crudos (como el sushi), tostados (con mantequilla), pasteles (con guinda), o tonos pistacho, champán, berenjena, cereza, ciruela, fresa (seguro que también hay frambuesa), limón (y lima), chocolate, vainilla, sandía, mandarina, melocotón... La cantidad y variedad de colores en el mercado es tal que es necesario vincular el nombre del color genérico al de un objeto concreto para que sepamos de que color se trata. Si además tiene sabor, mejor. El azul, por ejemplo, ya no claro u oscuro; ahora es azul cobalto, lapislázuli, turquesa, hielo, brumoso o marino. Los colores de cuando éramos niños son algo obsoleto. Una reliquia de daltónicos antiguos y desfasados. Una paletada, vamos.
La capacidad de seducción por el color no es más que una respuesta sofisticada a los impulsos de la naturaleza, desde los pigmentos primarios a las mezclas complejas con nombres absurdos: 'nude' (¿hay un color desnudo?). El hombre, como los pájaros, insectos o peces, somos atraídos por determinados colores. Aquellas personas poco acostumbradas a lo visual se inclinarán por los colores más estridentes o por aquellos que llamen su atención. Un niño que comience a pintar o dibujar tratará probablemente de usar la mayor cantidad de colores diferentes, a ser posible los más fuertes, y casi con toda probabilidad el rojo, el azul, el verde y el amarillo. Por el contrario, unos ojos educados se decantarán más hacia algo comedido y controlado cromáticamente. Una sutil mezcla elaborada de los tonos primarios con más o menos dosis de negro.
El caso es que ya todas las mezclas y posibilidades cromáticas han sido explotadas. Ya no hay tabúes ni mezclas imposibles. Ni en moda, ni en decoración ni en diseño gráfico. Lo que antes chocaba será tendencia en algún momento. Saint Laurent mezcló naranja y magenta (perdón, fucsia) en alta costura; David Carson diseñó revistas con textos azules sobre fondo rojo y el arquitecto mexicano Barragán pintó muros de colores imposibles en mitad de desiertos. "Todos los colores son amigos de sus vecinos y amantes de sus opuestos", Marc Chagall.
Siempre he sido de los que piensan que, además de todos los caminos, hay tres palabras (de hecho son cuatro) mágicas que te llevan a Roma: por favor, gracias y perdón. Para mí, en diseño gráfico, esas tres palabras son tres colores: blanco, negro y rojo.

Fuente: "El Mundo"
                Rodrigo Sánchez es director de Arte de revistas de Unidad Editorial.
                Este texto viene al hilo del ensayo 'The color revolution', de Regina Lee Blaszczyk.  
                (The MIT Press).  
 

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